Los grupos de
reflexión un camino,
en una posibilidad

Plumas invitadas

Marco Antonio González Villa

Profesor Psicología CCH Naucalpan 13 años, tutor licenciatura en Psicología SUAyED de la FES Iztacala- UNAM. Editorialista revista Educ@rnos y en Pulso Académico CCH Naucalpan. Licenciado en Psicología (UNAM), Maestro Ciencias de la Educación. Doctorando en Educación CEAAMER, maestrante Investigación Educativa (ISCEEM) y en Docencia. antonio.

gonzalez@iztacala.unam.mx

De inicio

Las dificultades y tensiones generadas a partir del surgimiento de la pandemia cambiaron, irremediablemente, las formas de mirar y vivir lo educativo, tanto en la modalidad presencial como en línea. Sin embargo, pese a las evidentes dificultades que se presentaron de inicio, paulatinamente se han abierto otras posibilidades que pudieran darle un sentido y destino diferente a la educación en la búsqueda de mejores resultados, formativos no sólo cuantitativos, tanto para estudiantes como docentes. Los Grupos de Reflexión son, dadas sus características y encuadre, una opción.

¿Qué es un grupo?

De inicio tenemos que responder a la pregunta. ¿Qué es un grupo? Es un hecho que no toda conjunción espacial y/o temporal de personas conforman en sí un grupo, ya que deben reunirse una serie de condiciones para poder ser referido de esa manera. Con base en Anzieu y Martin (1971), se puede hacer una distinción para diferenciar al grupo de la muchedumbre, caracterizada por un gran número de individuos con intereses particulares, de la banda, conformada por individuos que se reúnen voluntariamente por el placer de estar juntos, del agrupamiento, conformado por diferentes números de personas en reuniones frecuentes y objetivos permanentes, así como de la noción de serialidad propuesta por Sartre (1968), que hace referencia a la reunión, en soledad sin relación con otros, de personas en colectivo. Hay en cada una de las clasificaciones un factor de exterioridad y de no vinculación de las personas.

Por tal razón, para Enrique Pichon Riviere (1975) el grupo es un conjunto restringido de personas, vinculadas en un tiempo y un espacio, articuladas por la mutua representación interna, que se proponen, explícita o implícitamente, realizar una tarea que constituye su finalidad, mediante la interacción de complejos mecanismos de adjudicación y asunción de roles. Y en este vínculo, que es siempre un vínculo social no importa que sea con una sola persona, esta implicado todo y todo se complica (Pichon, 1985).

¿Por qué? En un principio, cada uno de los integrantes de un grupo llegan con una serie de significaciones propias, producto de los diferentes contextos socioculturales en los que fue formado. Cada uno de los miembros de un grupo posee un Esquema Conceptual Referencial y Operativo, ECRO (Pichon, 1985) que le permite tener un marco de entendimiento y explicación de lo existente, que determina su forma de operar ante lo que percibe.

De esta manera, todo lo que existe y puede ser nombrado en una sociedad, ya sea fenómeno, institución, práctica o actor, como el Estado, la mujer, la felicidad, el amor, madre, padre, el dinero, la muerte, la escuela, maestro, estudiante, iglesia y los ciudadanos, por referir algunos ejemplos, al ser símbolos sociales adquieren sentido a través de una red y entramado de significaciones a la que Castoriadis llama Imaginario Social (Castoriadis, 1983), que los define semánticamente, pero también establece formas de actuar y responder ante ellos, por lo que cada símbolo tiene tras de sí códigos lingüísticos y códigos de comportamiento, legein y teukhein respectivamente (Castoriadis, 1989); sin embargo, dicha situación no implica necesariamente igualdad, conformidad o total aceptación de lo socialmente dado, por lo que las posturas asumidas son distintas. Así, la conformación de un grupo de reflexión tiene pleno sentido.

Grupos de reflexión y pandemia

Tal como señala Ravenna (2008), los grupos de reflexión son una herramienta útil para trabajar crisis, tal como la se vive en estos momentos en el mundo. Su forma de trabajo es un tipo de Investigación/Acción que busca abordar situaciones de sufrimiento institucional con la participación y el compromiso de algunos miembros que integran una organización, como el Colegio. Se intenta crear un ámbito transicional, transformar situaciones potencialmente nocivas, a través de las diferentes voces y significaciones, dando lugar así a la heterogeneidad.

Dadas las condiciones que irrumpieron y alteraron la dinámica cotidiana de las aulas, a través del grupo de reflexión conformados por profesores, se pueden generar propuestas para cambiar las formas de compartir formativamente el espacio del aula, a nivel pedagógico y personal. De esta manera, al conformar un grupo pueden empezar a fluir las palabras, los sentires, las ideas, las experiencias para compartir, las miradas desde diferentes lugares, los anhelos y las utopías que los espacios académicos despiertan; es también un espacio de poiesis de diferentes propuestas para compartir, pero principalmente para implementar y llevar al escenario donde se despliegan y realizan los procesos de enseñanza-aprendizaje, tanto en las aulas físicas, como ahora en los espacios virtuales.

En los grupos de reflexión se advierten tres ejes que se pueden delinear, enlazar y construir conjuntamente de manera dialéctica que, a continuación, procederemos a profundizar.

1) La necesidad de rebeldía

Dar la palabra a los docentes lleva, inevitablemente, a reflexionar y cuestionar las significaciones oficiales e institucionales que se tienen sobre el proceso educativo. ¿Cómo se entiende el proceso educativo? La respuesta depende del lugar que ocupa quien responde, sin embargo, es claro, se acepte o no, que hay una perspectiva social, política y/o administrativa que trata de imponer su visión, su proyecto, desde un lugar de poder carente de la experiencia cotidiana, virtual o presencial, del aula, y con un enfoque del docente como empleado, como alguien que debe cumplir con un rol.

Sin embargo, en un hecho que en el grupo de reflexión surge, casi en unísono, la idea de ser radicales, de ejercer una rebeldía docente no con un sentido anárquico o nihilista, sino en la necesidad de hacer valer y darle reconocimiento a la experiencia y compromiso que cada uno tiene con su grupo y su actividad.

La homologación de las formas didácticas y pedagógicas, el control y la supervisión de la actividad académica, la generación de competencia entre los pares, la saturación de

los grupos a atender, la construcción de un tipo antropológico y ontológico del docente, la ausencia de un sentido de estabilidad laboral para algunos, entre otras posibilidades, representan prácticas que laceran y cuestionan no sólo el trabajo de cada docente, sino también su sentido ético, lo que altera o impacta su trabajo como educador en ocasiones.

El docente entonces debe ser libre, no entendido como anarquía o desobediencia, sino por un respeto a su autonomía, a su sentido de responsabilidad, su saber y su trayectoria, lejos de una semántica que implique o demande obligatoriedad lo cual sería paradójico. Sin soslayar o denostar la parte administrativa, la importancia principal del proceso educativo reside en apoyar a los estudiantes en su formación y construcción como futuros profesionales con un sólido sentido social de su práctica, recuperando los elementos principales de la disciplina, independientemente de las secuencias didácticas y recursos tecnológicos que se tengan que utilizar. Esencia y no formas, fondo y no figura, ese es el camino de la docencia, fluye, se configura y matiza a través del conocimiento y la experiencia con las que lanza pinceladas a una obra de arte; no son trazos aprendidos, es

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inspiración, o necesidad en estos momentos, la cual puede seguir y encontrar cauces personales, que no siguen modelos establecidos obligatoriamente. Se pueden construir o inventar formas nuevas de aprender junto con los estudiantes o con los pares, estando en un grupo de reflexión precisamente.

2) Compartir la experiencia

Es parte de la experiencia grupal. Conforme pasan los días, las reuniones presenciales o virtuales como ahora, en cada idea y cada palabra compartida se puede advertir y reconocer en el otro un camino recorrido como sustento. Así, se pueden encontrar posturas y miradas que pueden coincidir o no, pero que no pierden el sentido de lo que se construye en conjunto. En el grupo de reflexión se comparte no sólo un tiempo y un espacio virtual, sino también algo de nosotros, de aquello que cada historia, sin importar los años o el recorrido por diferentes lugares o los títulos adquiridos, tiene siempre para compartir con los demás: cada palabra evocada y cada silencio dicen algo, sin importar el cuerpo desde el que se expresen.

Pero se comparte comúnmente con aquellos con los que guardamos un vínculo, por lo que es un verbo que tiene un alto sentido personal. Ante cada problemática o tema abordado en un grupo de reflexión, cada participante devela una perspectiva distinta, otra, que enriquece así las otras miradas, permitiendo a cada uno reconfigurarse, mirar otros ángulos, comprender otros sentidos, tocando y dejándose tocar en nuestras subjetividades, ampliando y abriendo posibilidades con una visón, ahora, panorámica.

Ante la pandemia, el grupo de reflexión permite a cada profesor exponer a los demás sus aulas: se advierte así la importancia de compartir la experiencia personal, no con un afán protagónico o en la búsqueda de reconocimiento, no, sino con la intención de mostrar caminos recorridos con las y los estudiantes, para compartir un saber al más puro estilo

de la tradición oral. Como docentes, con la posibilidad de ser y tener ahora cómplices y acompañantes de la misma aventura llena de adversidades con la contingencia, tenemos claro que una palabra franca sentida que se brinda, que cuenta con una historia personal que le confiere fundamento y busca veracidad en el otro, tiene la posibilidad de poder ser apropiada por alguien más. Así se hace grupo, se comparten significaciones, experiencias y se construyen complicidades que no se viven en otros espacios; no importa lo fugaz y efímero que haya sido, se crea un vínculo que deja huella en cada uno y, así, se genera un cambio. Es también el grupo de reflexión un espacio de contención y acompañamiento en donde, es inevitable, brotarán los sentires surgidos con la contingencia: el tiempo y el espacio sufrieron una alteración, al igual que nosotros y los estudiantes y las respectivas familias, pudiendo ser un apoyo virtual y una válvula de escape para estos momentos de tensión, tanto para los que conformen el grupo como para sus personas cercanas.

3) Mirarnos en el camino

Sin importar los temas que se aborden en el grupo, siempre se tiene como eje transversal lo social y la necesidad de caminar hacia diferentes utopías. Pero seguir una utopía pone de relieve una injusticia, como las condiciones de desigualdad que viven varios de nuestros alumnos y alumnas, así como el deseo de cambiar una situación difícil presente, lo cual no está de momento en nuestras manos, pero sí genera posibilidades de hacerle frente.

En el grupo de reflexión uno puede ser conmovido con caminos posibles a través de formas otras de relación que se pueden construir en el aula. Por sus características, cada una de las disciplinas del Pan de estudios del Colegio se inscriben e impactan en lo social definitivamente, lo que nos obliga a mirar lo que estamos haciendo desde lo institucional, lo académico y lo personal para contribuir a cambios que garanticen mejores condiciones de vida, posteriores a la

pandemia. Hay entonces, innegablemente, un compromiso y sentido ético y político de la función del docente, en donde existe la responsabilidad de buscar alternativas de solución, desde sus áreas de formación e impartición, que atiendan, prioritariamente, a personas desamparadas, a toda persona en condición de vulnerabilidad y desventaja social y, así, pueda vivir, en lo literal y en lo metafórico.

El papel del y la docente sigue siendo totalmente relevante e indispensable, ya sea de forma presencial o virtual, ya que le da un cariz prosocial a cada conocimiento que se comparte y, al mismo tiempo, tiende puentes con los que se construye una relación con el y la estudiante, de tal suerte que hace sentir, idealmente, a cada uno por igual, acompañado, valorado y reconocido en todo su ser. En momentos como el

que estamos viviendo, en el que lo social se ha trastocado y se han hecho patentes diferentes fragilidades, ser escuchado puede bastar para calmar angustias y temores derivados de una fuerte carga emocional y la incertidumbre por el porvenir; uno, con esta forma de acompañamiento, puede dejar de sentirse solo.

Establecer relaciones de este tipo en un grupo de reflexión genera un mejor ambiente, comunicación y atmósfera grupal, de igual forma, funciona también de ejemplo al mostrar una vía de relación con los otros. Mirar así, con respeto, igualdad y reconocimiento a los miembros del grupo, crea tejido social en un marco pleno de valores y, como se anhela, en una ética de la interconectividad que nos une con el todo y en lo singular; es un primer paso para

El papel del y la docente sigue siendo totalmente relevante e indispensable, ya sea de forma presencial o virtual, ya que le da un cariz prosocial a cada conocimiento que se comparte.

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poder transformar el escenario social, político y, obviamente, educativo. Como docentes y al estar en el mismo camino, nos podemos mirar en un grupo, no de reojo sino de frente, aún en una pantalla, y así podemos tener guiños de complicidad y aceptación. Se genera paulatinamente una mayor identidad grupal y aparecen cuatro acciones que dan cuenta de un grupo ya conformado y asumido como son la participación, la pertenencia, la pertinencia y la cooperación (Braunstein, 1991). Se actúa, con respeto, en y por el grupo y los fines comunes.

La Autonomía, estandarte de la UNAM, así se hace posible, trascendiendo una limitación de origen: la autonomía individual sólo es posible si coindice con la autonomía del conjunto. Al favorecer a cada uno darse su propia ley, entendida como autocreación de la sociedad, sin fundamentos extrasociales, cuestionando las propias instituciones y nuestras prácticas. Se rompe así con la identidad y se crean significaciones imaginarias sociales nuevas (Castoriadis, 1997); es una idea cercana a la propuesta de Imaginación Radical del teórico griego; es un acto de creación, acompañado por la voz, la mirada y la escucha de otro.

Un fin…

El problema de las contingencias y de las crisis es que ponen de relieve el vacío y la debilidad oculta de las instituciones que, afortunadamente, no ha sido el caso de la UNAM. Lejos de espacios formativos y capacitaciones para docentes en los que tiende a escucharse solamente una voz en forma directiva, que brinda estrategias descontextualizadas dado que no aplican para todos, los grupos de reflexión permiten un trabajo coral que genera conocimiento: se encuentran propuestas o soluciones y vías de salida, de forma conjunta, a problemas propios de una institución.

Los grupos de reflexión se erigen y se validan, así, como una opción permanente de trabajo colegiado que posee dos

LUIS BARRÓN

cualidades que los hacen únicos y de gran valor en comparación a otras formas de capacitación, profesionalización o formación: el protagonismo docente y su carácter epistémico.

Deja de lado la pasividad de la instrucción y permite que sea escuchada la voz del docente, lo cual le confiere reconocimiento y valor a su experiencia y palabras, dándole un papel protagónico en su formación y permanente profesionalización; es un trabajo interactivo, un diálogo y/o un coro, que rompe completamente la monotonía.

El carácter epistémico deviene de la construcción de un conocimiento válido que da cuenta de los saberes y las condiciones sociohistóricas y geográficas, in situ, que vive cada docente participante; la construcción proviene a través del análisis de dichas condiciones, de la resignificación de la propia experiencia de vida, personal y profesional, así como de la propia elaboración de una teoría contextualizada producto de la práctica y de la interacción con los y las estudiantes, entendiendo que el aprendizaje se da y se origina tanto en el docente como el discente, por lo que en el aula cada miembro, sin tomar en cuenta su rol, adviene dicente.

Finalmente, como un plus adicional, es claro que esta forma de trabajo puede llevarse a cabo en cualquier momento, en formato virtual o presencial, independientemente de la presencia de una situación de contingencia o no; simplemente hace falta ser partidario de la rebeldía, tener la disposición a compartir la experiencia de vida y, sobre todo, tener el deseo de mirar a otros a los ojos, como a un semejante…como cómplices de una aventura formativa de crecimiento personal y profesional. No es sólo una propuesta, es ya una necesidad académica.

Fuentes de consulta
  1. Anzieu, D. & Nartin, J. (1971). La dinámica de los grupos pequeños. Ed. Kapeslusz. Argentina
  2. Braunstein, N. (1991). “Análisis del encargo social en cada rama de la Psicología; la Psicología Social” en Psicología, ideología y ciencia. Ed. Siglo XXI, México.
  3. Castoriadis, C. (1983). La institución imaginaria de la sociedad I. Barcelona, Ed. Tusquets.
  4. Castoriadis, C. (1989). La institución imaginaria de la sociedad II. España, Ed. Tusquets.
  5. Castoriadis, C. (1997). Un mundo fragmentado. Buenos Aires. Altamira
  6. Pichon R., E. (1975). El proceso grupal: del Psicoanálisis a la Psicología Social. Ed. Nueva Visión. Argentina
  7. Pichon R., E. (1985). Teoría del vínculo. Ed. Nueva Visión, Argentina.
  8. Ravenna S., M. (2008). Grupos de reflexión en organizaciones laborales vínculo – Revista Do Nesme, vol. 5, núm. 2, Brasil. Retomado de https://www.redalyc.org/pdf/1394/139412685002.pdf
  9. Sartre, J.P. (1968). Crítica de la razón dialéctica. Edit. Losada, Argentina.