Educar para compartir,

no sólo en pospandemia

Lenguaje y Comunicación

Reyna Cristal
Díaz
Salgado

Doctora en Educación, maestra en Docencia para la Educación Media Superior en Español, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la misma facultad. Desde hace once años es profesora en el Colegio de Ciencias y Humanidades, plantel Vallejo; donde imparte la materia de TLRIID I-IV.
reynacristal.diaz@cch.unam.mx

os resultados de pruebas internacionales, como PISA (Programme for International Student Assessment), promovida por la UNESCO y por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, permiten plantearnos las siguientes interrogantes: ¿realmente somos tan malos enseñando y aprendiendo?, entonces, ¿para qué educar? Y, aún más, ¿para qué educar en post pandemia? Tratar de explicar las causas del bajo desempeño académico de los estudiantes en este tipo de pruebas sería objeto de estudio de otro trabajo, además de que políticos como Claudio X González se han valido de ellos para tratar de justificar la privatización de la educación.

Como producto de dicha visión capitalista y productivista de la educación, se ha desprendido una deducción mecánica del saber; es decir, nos han obligado a pensar que el sentido de la educación debe tener un beneficio individual reflejado en un resultado numérico o en una buena posición social, que en muchas ocasiones resulta muy injusta debido al marco de la dinámica económica internacional en la que vivimos.

Por tanto, en la educación todo se ha vuelto apariencia, pues el poder de quien estudia se ha centrado en calificaciones o puntajes que rechazan un conocimiento o acciones socialmente trascendentes, ya que se ha ponderado la superación individual y que se promueve a través de estímulos que sólo benefician a unos cuantos.

Opuesto a lo anterior, podemos hacer una revisión histórica en torno al verdadero sentido de la educación, recordamos la forma como la enseñanza se concibió en la cultura prehispánica, dado que apuntaba hacia una función social que tenía por objetivo velar por un bien común. Por lo tanto, hoy en día, podríamos cuestionarnos: ¿cuál es el verdadero sentido de la educación? En palabras de José Vasconcelos, se educa para ayudar al desarrollo de nuestra identidad; principio fundamental que actualmente la educación ha desvirtuado y la lucha estriba en volver a ellos.

En un contexto social, como el nuestro, y en una época, como ésta, no sólo de pospandemia; donde predomina la violencia, el hambre, las necesidades económicas, la ignorancia, volver a estos principios de la educación resulta necesario. Es entonces cuando advertimos que educamos con la intención de formar a personas comprometidas con el humanismo, la ciencia y la tecnología; es decir, la educación contribuye a desarrollar nuestras habilidades en los distintos ámbitos que la vida tiene, pero con un bien social.

La educación es importante y eso explica el por qué distintos sectores la han querido dominar. Por un lado, la religión, al imponer las ideas que convienen a algunos; por otro, la política que persigue dirigir nuestro pensamiento hacia determinados intereses y el sector mercantil, el cual también busca intereses propios y no comunes o sociales; como sí perseguían nuestros antepasados a través de la construcción de la poesía con la flor y canto.

ARCHIVO FOTOGRÁFICO DIFUSIÓN CULTURAL CCH NAUCALPAN
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Por tanto, el verdadero sentido de la educación no estriba en los resultados numéricos de pruebas estandarizadas que PISA ofrece, sino, en comprender el universo, para saber de dónde surge el aroma de las flores, incluso para explicarnos el porqué de nuestra propia existencia; en otras palabras, educamos para generar cambios personales, pero también sociales a fin de no convertirnos en máquinas que dejen de sentir o de soñar. Por lo que nuestra labor en el aula se hace muy necesaria, importante, vital.

En este sentido, Villaseñor (2003) coincide con lo anteriormente expuesto ya que señala que la educación debe de contribuir para crear mejores condiciones de vida, mayor conciencia y participación democrática y que además debe de atender las necesidades sociales e introducir elementos de racionalidad a la sociedad. Por lo que se hace un hincapié en la función social y no sólo individualista que durante este tiempo se ha ponderado a través de sistemas competitivos que nos alejan de los verdaderos principios de la educación.

¿Educar, hoy en día, para qué? Para construir a una sociedad deseosa de cambiar y de ser mejor no sólo en el terreno económico; sino también ético. Por tanto, decimos que educamos para contribuir a transformar realidades a fin de poder ayudar y de esta manera, generar un gran impacto en nuestra sociedad. Esto último, nos invita a retomar el compromiso que la escuela tiene para generar beneficios sociales y no sólo individuales.

Rosseau, Kant y Marx son algunos de los pensadores que también coinciden en buscar una sociedad donde el interés individual considere el interés de todos y viceversa dado que, para estos autores, el origen del sufrimiento humano ocurre cuando estos dos factores (lo individual y lo colectivo) se rompen.

Para validar lo anteriormente dicho, cito a Marueta (2007), quien menciona que de acuerdo con Rousseau el origen de la desigualdad y el sufrimiento social se debe a la separación del estado de naturaleza de los seres humanos, pensamiento que antecede a Marx cuando señala la propiedad privada como generadora del estado social, que ocasiona la necesidad de que la autoridad la proteja. Por lo que propone la formación de un nuevo estado a través de un contrato social basado en la igualdad de todos los contratantes, “cuya voluntad general libre y, por tanto, democrática, se encargará de buscar el bienestar de la comunidad; y no sólo de algunos a costa de otros” (Marueta, 2007, p. 11).

ARCHIVO FOTOGRÁFICO DIFUSIÓN CULTURAL CCH NAUCALPAN
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Por tanto, para Marx, la propiedad privada de los medios de producción es una de las bases del egoísmo, los intereses contrapuestos, la explotación de unos por otros y toda miseria. Por eso consideraba que la educación debería se liberadora, lo que coincide con nuestra tesis; pero dicha emancipación la vinculaba con el trabajo manual e intelectual, de una manera libre y creadora, a fin de que los niños se pudieran incorporar gradualmente al proceso económico-cultural y político, desarrollando al mismo tiempo el sentimiento de pertenencia a una clase social revolucionaria y la libertad para pensar y crear, sin dejar de incluir la creación estética (Marueta, 2007).

Por su parte, en el ámbito educativo, Rousseau propone optimizar la experiencia humana ante las vicisitudes cotidianas, considerando el efecto intrínseco de sus acciones; es decir que a través de éstas pueda percibir lo que es conveniente y lo que no, desarrollando su capacidad para sortear obstáculos, así como generar amor a sí mismo y a la comunidad (Rosseau, 1984). En otras palabras, el autor coincide en estimar que el verdadero sentido desarticulado por diversas causas entre ellas el interés por el individualismo, porque lo que se persigue es capacitar para el mundo laboral, tal y como lo afirma Hernández Navarro (2021):

Vivimos en una época en la que la educación es, básicamente, un negocio; en la que, en nombre de la calidad, se busca legitimar y perpetuar la desigualdad, en la que la enseñanza tiene un único propósito: capacitar para el mundo laboral. Una época en la que se ha reemplazado la generosidad del humanismo por la mezquindad del mercado; en la que la competitividad que el mundo de la educación no es sólo un beneficio individual, sino también colectivo.

John Dewey es otro de los autores que coinciden en señalar la escuela como una experiencia social en tanto que menciona que: “lo mejor que puede decirse de cualquier proceso de educación es que pone al sujeto en condiciones de una nueva educación” (Beltrán, 2000, p. 52) y esto no es exclusivo de la educación post pandemia, sino que debe de ser un principio que perviva.

Célestine Freinet es otro de los pensadores que coincide con nosotros en mencionar el compromiso que la escuela funge con la sociedad. Freinet propuso una serie de técnicas que apuntaron a la creación colectiva del conocimiento. A saber, el periódico escolar, la asamblea, la correspondencia interescolar, el fichero escolar cooperativo, entre tantas otras, las cuales coadyuvan a que el saber sea deseado, no impuesto y a reestablecer la conexión entre la escuela y la comunidad.

Con dichas técnicas, Freinet replanteó la función y el estatuto de la escuela desde un punto de vista social y cultural. Vinculación que con el tiempo en la educación actual se ha desarticulado por diversas causas entre ellas el interés por el individualismo, porque lo que se persigue es capacitar para el mundo laboral, tal y como lo afirma Hernández Navarro (2021):

Vivimos en una época en la que la educación es, básicamente, un negocio; en la que, en nombre de la calidad, se busca legitimar y perpetuar la desigualdad, en la que la enseñanza tiene un único propósito: capacitar para el mundo laboral. Una época en la que se ha reemplazado la generosidad del humanismo por la mezquindad del mercado; en la que la competitividad que el mundo empresarial promueve en el campo pedagógico hace creer que no necesitamos de otros. (Hernández Navarro, 2021, p. 19).

Dicha visión individualista actual, que reside en la educación, es muy acorde con el discurso capitalista; modelo económico que privilegia el beneficio de unos pocos en menoscabo de otros, el cual también está conformado tanto por el proceso de acumulación mundial del capital, que, como menciona Jarquín (2021): “no apunta a la integración equitativa entre países, sino a la concentración y centralización de capitales, como por los efectos de este proceso en las formas y políticas estatales, impregnadas cada vez más de valores como el individualismo y la libertad de mercado”. (p. 31).

En dicha mirada educativa el concepto de calidad y competencia se asocia con inversión en capital humano y productividad. Es interesante observar que los referentes teóricos de la Reforma Educativa planteada por el ex presidente de la República Mexicana, Enrique Peña Nieto, estaban asociados al Banco Mundial, al menos, así lo afirma Mauro Jarquín: “las tendencias hegemónicas de reforma educativa (…) y de igual forma, sus referentes teóricos y fuentes de información eran regularmente académicos asociados al Banco Mundial (BM) o a la OCDE”. (Jarquín, 2021, p. 31).

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La mirada individualista que la Reforma Educativa formulaba se observaba desde su planteamiento, dado que buscaba potencializar la formación “íntegra” del alumnado, pero nunca se mencionaba un beneficio social, sino sólo de un proyecto de vida individualizado:

En diciembre de 2012, las principales fuerzas políticas del país pusieron en marca un proceso de profunda transformación: la Reforma Educativa. Esta reforma elevó a nivel constitucional la obligación del Estado Mexicano de mejorar la calidad y la equidad de la educación para que todos los estudiantes se formen integralmente y logren los aprendizajes que necesitan para desarrollar con éxito su proyecto de vida (SEP, 2017, p. 13).

Como se observa en la cita anterior, el pronunciamiento que la Reforma Educativa hacía no consideraba un beneficio social, sino individual; lo cual es opuesto a lo que se señala en el artículo 3o constitucional, documento que establece que el sistema educativo deberá desarrollar: “armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y la justicia”. (p. 21); elementos que en la Reforma Educativa no se pueden ver.

La mirada capitalista que se sustenta en un cúmulo de bienes también se puede percibir en la Reforma Educativa, la cual comprendía que el perfil de egreso aspiraba a formar alumnos con mayor cantidad de saberes: “Esta concepción de los mexicanos que queremos formar se traduce en la definición de rasgos que los estudiantes han de lograr (…). En el entendido de que los aprendizajes que logre un alumno en un nivel educativo serán el fundamento de los aprendizajes que logre en el siguiente, esta progresión de aprendizajes estructura el perfil de egreso de la educación obligatoria (…)” (SEP, 2017, p. 20).

Sirva la cita anterior para evidenciar la concepción asociada con el capitalismo que la Reforma Educativa planteaba de aprendizaje, ya que éste se entendía como un cúmulo de saberes, visión que otros modelos educativos han rechazado cabalmente. Por ejemplo, el del Colegio de Ciencias y Humanidades, donde opuesto a una visión enciclopédica se apuesta por enseñar las habilidades que le permitirán al alumnado leer cualquier tipo de texto y, por lo tanto, aprender.

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Otras ideas de la Reforma Educativa vinculadas con el capitalismo, que se alejan del beneficio comunitario que la educación debe de tener, son los conceptos “rendición de cuentas”, “la autonomía de gestión en las escuelas”, “la evaluación estandarizada” , elementos donde la justicia social no se centra en la solidaridad de los derechos sociales, sino en la producción de desigualdades y en generar divisiones, donde uno puede exigirle a otro y donde los bienes sociales se distribuyen con base en los méritos individuales. Por esto es por lo que la Reforma Educativa era una política para la desigualdad, pero que no ha muerto ahí.

Lo anterior nos obliga a desentrañar esta nueva realidad, tarea urgente que nos exhorta a identificar a quién benefician los cambios: ¿a los empresarios eclesiásticos? Mauro Joaquín en su libro Pedagogía del capital (2021) menciona a Claudio X González como representante del primer grupo y a los Legionarios de Cristo como protagonistas del otro. Sin embargo, el objetivo de ambos grupos es dinero, poder y para ello se han encargado de desvalorizar al magisterio.

Por ello es por lo que no se duda que los “alarmantes” resultados del examen PISA, con los que se inició este trabajo para contextualizar y se tome como un fundamento injusto para seguir desvalorizando nuestra educación, lo cual -como se ha expuesto- debe de volver a su verdadero sentido, que es la optimización de nuestras capacidades humanas, pero con el fin de ayudar a otros y no sólo en beneficio de unos pocos.

Así que, con la intención de ser una sociedad mejor, aspecto que con esta visión capitalista se ha perdido, se exhorta a retomar las visiones planteadas por los grandes pensadores y pedagogos de la historia, tales como Célestine Freinete, Rosseau, concepciones que a pesar del tiempo continúan muy vigentes y nos hacen repensar el verdadero sentido de la educación, pero no sólo en la educación post pandemia.

Fuentes de consulta

  1. Constitución Política Mexicana (1997). Porrúa.
  2. Díaz,M; Flores, G; Martínez, F. (2007). PISA 2006 en México. INEE.
  3. Hernández, L. (2021). (Intr.). La pedagogía del capital. Empresarios, nueva derecha y reforma educativa en México. FOCA.
  4. Jarquín, M. (2021). La pedagogía del capital. Empresarios, nueva derecha y reforma educativa en México. FOCA.
  5. Marueta, M. (2007). Educación en cuatro tiempos. Amapsi.
  6. Rosseau, J.J. (1984). El contrato social. México. UNAM
  7. Secretaría de Educación Pública. (2017). Aprendizajes clave para la educación integral. Plan y programas de estudio para la educación básica. SEP.
  8. Villaseñor, L. (2003). Implicaciones educativas de cuatro proyecciones sociales. Ampasi.